aunque cientificos de bata impoluta,
de gesto siniestro y mirada desierta,
hayan establecido las bases
de la impenetrabilidad de la materia
y ellos digan,
porque por decir que no quede...
que de repente tú y yo no podemos ser
la misma cosa,
el mismo fluir transeúnte
en el mismo tiempo
y en el mismo espacio,
el mismo ego que se abraza
a cuatro manos,
a cuatro patas,
la misma angustia que
se relame los bordes.

y aunque digan, porque lo dicen,
que de repente ahora tengo que elegir
entre tú y yo,
entre aquí y allí,
porque no se puede ocupar
dos espacios simultaneamente
por el principio de exclusión y todo eso.
y que para tres dimensiones está bien,
que qué más quiero.
a la mayoría le basta.

pero yo, soberbia desde chica y a menudo
incauta y rechistona por espasmo,
les vine a derribar la pantomima,
sus leyes insesibles y anodinas
que a nadie iluminan
con un caso irrefutable y empírico.

tú siempre estás, aunque no estés,
y al mismo tiempo yo también estoy aquí,
en el mismo sitio,
dejandote hacer y viceversa,
contemplando como caes sobre el papel,
cómo aterrizas,
cómo hablas por mí,
o desde mí,
o a través de mí,
hace ya que no distingo.
hace ya que vengo desafiando
las leyes de la física y
hace ya que no me asusta.

los científicos de batas radiactivas
sólo entienden de materias
y de fórmulas,
pero nada de este barro viscoco del nosotros,
nada de las nueve dimensiones
donde tus moléculas, tus átomos
pudieran ser los míos, pudieran confundirse
como una frontera sin vallas.

los científicos sólo quieren papeles
y casos empíricos.

por eso vine yo,
y por eso viniste tú conmigo
aunque no vinieras.

para demostrarle al mundo
que se puede estar, aunque no se esté.